domingo, 19 de febrero de 2012

Ataques de Pánico: ¿Tienen Solución?





Por
Lic. Esteban Fernandez
MN 50316/ MP 83605





Para comenzar es necesario establecer una descripción de lo que se conoce como ¨ Ataque de Pánico ¨. Según el  Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV),  este cuadro es definido en base a ciertos episodios en los cuales surge una sensación de terror sin que haya un estímulo concreto que la motive. La clasificación dentro del manual es más amplia, especificando la cantidad de episodios y otras características que se engloban en la misma. Se hace referencia a los mareos, sudoración, temblores, etc., que muchas veces acompañan a la sensación de miedo desbordante. También se ocupa de ubicar en otras categorías a cuadros parecidos, permitiendo el diagnostico diferencial,  como la fobia en sus variedades, por ejemplo.

De todas maneras, lo importante aquí no es centrarse en las clasificaciones del manual psiquiátrico, sino tratar de entender un poco mas acerca de este fenómeno tan divulgado y conocido, pero pocas veces entendido.

Es muy común encontrarse en el consultorio con pacientes que presentan un vínculo muy particular con este tipo de afecciones. Saben describir muy bien las sensaciones y pensamientos  que vivencian durante los ataques, pero no logran dar cuenta del por qué de los mismos. Y más aún, no sienten que esos ataques tengan ninguna relación con sus vidas, historia, personalidad, afectos, etc. Sufrirían de ¨ pánico ¨ de manera análoga a como alguien podría sufrir  un resfriado. En otras palabras, el paciente que sufre de ataques de pánico no suele implicarse subjetivamente al malestar que lo aqueja.

Frente a esta demanda del paciente se abren dos grandes formas de abordaje dentro del campo profesional ¨ psi ¨ (el orden en que aparecen a continuación es meramente arbitrario): una tiene que ver con el propuesto por la psiquiatría y las psicoterapias asociadas a la misma (como por ejemplo, aquellas denominadas ¨ terapias breves ¨, ¨ focalizadas ¨, ¨ cognitivo/conductuales ¨, etc.). Todas estas disciplinas están enmarcadas en una lógica de salud y enfermedad mental de tipo médico, poniendo el mayor énfasis en las cuestiones orgánicas intervinientes (el cerebro y el sistema nervioso), donde lo psíquico aparece en una suerte de efecto de las alteraciones físicas. Desde este marco, el ataque de pánico (como cualquier otro cuadro psicopatológico) es considerado como análogo a las enfermedades médicas. Se aplica psicofármacos y  diferentes técnicas de control, adaptación, re-educación y condicionamientos hasta que el mal que aquejaba al paciente ya no se evidencia. En otras palabras, se ayuda al paciente a ¨ dominar ¨ las sensaciones o a evitarlas.

En cuanto al ataque de pánico, se suele aplicar medicación ansiolítica (se inhiben ciertas funciones orgánicas intervinientes en el mecanismo corporal de la ansiedad) complementándosela con diferentes técnicas de ¨ inhibición ¨ psicológica. Estas últimas responden a un reacondicionamiento de las ¨ ideas patógenas ¨ por nuevas ¨ ideas sanas ¨ o ¨ adaptativas ¨. Se le enseña al paciente a no tener miedo, aunque no pueda siquiera saberse a que es a lo que se le teme.     Esta es la solución propuesta, a grandes rasgos, desde este enfoque disciplinario.

La segunda forma de abordaje, aquella que proviene del psicoanálisis (fundado por Freud y desarrollado hasta el presente), propone que en el padecer psíquico existe una lógica inconciente, propia de cada subjetividad. En lugar de sostener que el ser humano es un individuo (es decir, que no esta dividido) constituido como una totalidad orgánica/psíquica, demuestra que el sujeto es, en si mismo, un ser estructurado por diferentes instancias psíquicas. Así demuestra que por un lado existe la vida conciente, pero que al mismo tiempo existe el mundo de lo inconciente, operando sobre la misma persona. El ataque de pánico es un gran ejemplo de todo esto: el paciente no puede decir nada acerca de que es lo que le hace tener esos estados emocionales. Las razones permanecen veladas hasta que se le da un lugar a la palabra. En esta diferencia se puede ubicar, respectivamente, a la psiquiatría y su individuo totalizado  por un lado, y al psicoanálisis y a su sujeto  dividido por el otro.

La solución que aporta la doctrina freudiana dista de la psiquiatrica fundamentalmente en que no se busca controlar, inhibir o reacondicionar el padecer, sino que se busca poder reubicar, en el contexto subjetivo, el lugar que ese dolor tiene en la historia y la vida emocional del paciente. No se trata de taponarlo, sino de lo contrario. De esta manera se ordenan los elementos psíquicos inconcientes con aquellos concientes, otorgando la posibilidad de que el paciente advenga a una nueva posición en la que ese padecer deja de ser un enigma sin sentido. Al ir encontrando los nexos, desde lo conciente a lo inconciente, aparecen los conflictos internos olvidados, negados o invisibilizados  que hacen de base al ataque de pánico. Así, no solo cede aquel malestar que trae al paciente a la consulta, sino que permite un reacomodamiento global de la subjetividad. No hacen falta así medidas de control ni inhibición farmacológica.

Hace falta aclarar que esta es solo una exposición descriptiva. Ambas disciplinas, si bien plantean la problemática y la solución desde diferentes modos de entendimiento, pueden trabajar interdisciplinariamente. Esto quiere decir que es posible el abordaje conjunto sobre la misma cuestión.

Se evidencia que no existe una solución para el ataque de pánico, sino que existirían más de una. Y en esta pluralidad de posibilidades de intervención, se hace necesario preguntarse por la calidad de cada una de ellas. ¿Es la solución el control y la medicalización? ¿Puede esto ubicarse cualitativamente al mismo nivel de la solución en cuanto advenimiento subjetivo, aquel que introduce un cambio profundo en la persona que padece?

La tarea de cuestionar esta temática involucra, por supuesto, a los profesionales del ámbito de la salud mental, sea cual fuere su orientación teórica. Pero por sobre todo, también debería involucrar a la población en calidad de paciente, ya que es quien debe decidir que tipo de intervención y solución desea para si mismo y su entorno.